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Nadie estaba listo. Esta es una certeza que tenemos hoy frente a lo poco o nada preparados que estábamos para afrontar social, económica y políticamente una pandemia, por supuesto, está poca preparación se acentúa más en países en los que el sistema de salud tiende a ser precario y la cultura no tenía las bases necesarias para digerir y ejecutar planes de contención y encierro, no todas las estructuras sociales estaban listas para asumir lo que el aislamiento prolongado y la transformación de la normalidad producirían en las personas. 

 Por eso detenerse en el tema de la  salud mental después de la pandemia, es entrar en lo más profundo y esencial de las nociones sobre el bienestar y sobre el cuidado en una época de rupturas, de pérdidas, de incertidumbre y de cambios inesperados. Entrar en esa dimensión nos obliga a entender por ejemplo, la ansiedad y la depresión, no como novedades pero sí como fenómenos complejos en aumento y determinantes para las generaciones actuales y en curso.

 Lo positivo de repensar las nociones del bienestar en términos de salud mental, es que nos permite como sociedad, indagar en nuevas metodologías y nuevas formas de sobrellevar la existencia y el movimiento, además, nos pone en la tarea inevitable de reinventarnos y hacernos más conscientes de nuestra realidad y de nuestras necesidades, algo así como las certezas que quedan después del huracán, que no necesariamente fueron la calma, pero sí la oportunidad de entender nuestra dimensión humana en lo profundo. 

La literatura sobre consejos, métodos y formas de cuidado de nuestra salud mental hoy, abunda, por eso para está edición, hicimos una selección esencial, de las formas que encontramos más útiles, realistas y realizables para la mayoría de las personas, en Latinoamérica, en Australia y en cualquier rincón del mundo en el que nos lean, porque sabemos que el impacto psicológico de la pandemia no se limita a geografías y ha implicado retos muy profundos sin importar las diferencias culturales alrededor del mundo. 

La importancia de la desconexión: la pandemia puso en evidencia, aquí y allá, que somos una sociedad completamente dependiente de las pantallas, de las redes sociales y de internet, y que desafortunadamente, los usos que damos y el exceso de información, aumentaron nuestra ansiedad social y están transformando aceleradamente nuestra forma de relacionarnos. Por eso, encontramos vital la desconexión consciente y la autorregulación, no como imposiciones radicales, pero sí como hábitos cotidianos que implican poner la atención en otros aspectos como la contemplación del paisaje, la conversación de cuerpo a cuerpo, el reencuentro con lo analógico, el disfrute de los recorridos y la puesta en marcha de todos los sentidos. 

Aprender a buscar ayuda y afrontar con seriedad la salud mental: hemos crecido con la noción de que los psicólogos son “una derrota a la individualidad” y que la psicología es la misma siempre, sin embargo, nuestra realidad está marcada por la necesidad de encontrar apoyo cuando no sabemos cómo proceder frente a asuntos profundos y está necesidad no es nueva pero sí implica hoy, una responsabilidad aún mayor, porque ahora sabemos con certeza que somos más vulnerables a los cambios. Además, debemos entender que la psicología, como todas las demás ciencias humanas, ha mutado y se ha transformado haciendo que existan hoy metodologías integrales, más humanas y mejor adaptadas a las condiciones puntuales de cada persona. Por otra parte, es vital entender que buscar ayuda y encontrar apoyo en profesionales, es en sí mismo, un acto de valentía y de amor propio. 

 La actividad física y la reconexión con el cuerpo: toda está situación nos ha dejado la certeza de que el cuerpo y la mente están completamente conectados y trabajar en uno abandonando el otro no tiene sentido, por eso el cuidado de la mente implica siempre el cuidado del cuerpo. Por supuesto, la actividad física y el ejercicio son una forma muy conocida, pero probablemente no son para todo el mundo no solo por voluntad sino también por posibilidades y tiempo. Por eso, reconocemos también la importancia de otras formas de mantenerse conectado con el cuerpo como la meditación, las caminatas tranquilas, los ejercicios de respiración, las terapias y los métodos de relajación. Además, durante la pandemia se crearon muchísimas plataformas y guías para la actividad física online que puede realizarse desde los propios hogares. 

  Aquí tenemos entonces, tres formas diferentes, realistas y realizables de ponernos al día con el cuidado de nuestra salud mental, cada una adaptada a las posibilidades y a la geografía o cultura en la que estemos inmersos, son tres cosas que nos ayudarán, sin importar dónde estemos. 

 ¿Crees que es diferente la percepción que los migrantes tienen sobre el bienestar?, ¿Cuál sería su percepción?

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