En el mundo hay 272 millones de personas consideradas migrantes según el informe de la ONU (2019), podemos pensar en seis veces la población actual de Colombia o en mil ochocientos estadios llenos. Es un número muy difícil de dimensionar sobre todo porque hace muy compleja su traducción en humanos y entender cómo puede ser la situación social, económica, cultural y política de quienes deciden hacer vida en otra parte.
Sin embargo, ser errante o migrante, no es nuevo, la historia de la humanidad, desde sus más antiguos representantes, ha encontrado en el movimiento, la construcción de sociedad, el intercambio y la adaptación. El movimiento es un fenómeno social, que ha sido narrado y estudiado por décadas, por ejemplo, el antropólogo clásico, Marcel Mauss habla de que sus dimensiones y efectos son tan amplias que prácticamente es imposible analizar cada elemento de manera aislada. Los motivos para migrar, la decisión del movimiento, el trayecto, la inserción en la sociedad receptora y los vínculos con la sociedad de origen son cada una, un universo de sentido en sí mismo desde la experiencia de quien lo vive.
Los aeropuertos se convierten entonces, en el umbral de un antes y un después, en el espacio liminal y heterotópico del movimiento que deja atrás una familia, un grupo de amigos, una zona de confort, una forma de vida y una historia, es el escenario de la transformación humana y el ritual de paso entre el nativo y el forastero.
Está transformación del individuo que se mueve, nos ubica también en la complejidad de una inevitable alteridad, ser migrante significa ser otro, más específicamente, “el otro” para la sociedad receptora, sobretodo, para aquellos que migran buscando una mejor vida, provenientes de países del tercer mundo y dirigidos a un primer mundo, que es predeciblemente marginal, pero que también se abre como una inmensa posibilidad, de allí que las dos razones principales de la migración sean la economía y la búsqueda de otro contexto social.
Pero, ¿quién se puede mover?, ¿quién puede hablar?, ¿quién tiene los derechos?, ¿quién puede actuar políticamente?, ¿quién y cómo puede trabajar?, ¿quién es ilegal?. Las luchas de los refugiados y los migrantes han problematizado las respuestas más básicas a estas preguntas y lo han hecho de la forma más profunda. Sus luchas han demostrado que, a pesar de los riesgos y los peligros considerables, nuevos sujetos políticos se están formando dentro de los territorios que los reciben y a través de las fronteras que atraviesan. Las luchas que devienen del movimiento, en torno a asuntos de deportación, contención, regularización y libertad de movimiento, han servido como ejercicio de transformación de la ciudadanía global.
En este sentido, los latinos, por ejemplo, han cumplido un papel protagónico, ya que los índices de migración aumentan conforme se perpetúan situaciones adversas como la desigualdad, la violencia, la falta de oportunidades o la situación política actual de sus países. Es de esperarse entonces que muchos latinos decidan migrar a países que les representan una transformación casi definitiva de su forma de vida o por lo menos una promesa de una vida mejor.
Un referente importante, es que de todos los inmigrantes latinos, cerca de 159.000, escogieron Australia como destino, según Datos Macro en 2019. Una de las razones principales es que es un país que aunque tiene políticas laborales muy concretas, valora la experiencia y la actitud, pero sobre todo, acoge la creatividad innata con la que muchos colombianos han llegado a emprender, además, ha brindado, desde acuerdos y convenios, muchas oportunidades en educación superior.
Nada es perfecto, y los procesos de migración serán siempre un tema de encuentros y desencuentros, y como lo expresamos antes, el fenómeno de migración trae consigo una dualidad, una tensión entre los ideales y la realidad. Si bien algunos colombianos han logrado estabilizarse, estudiar o trabajar, para otros, la historia puede ser más intrincada y más compleja, por eso el relato de muchos hoy, está cargado de emocionalidad, de aguante, de nostalgia, de perspicacia en la búsqueda de oportunidades, de creatividad y de mucho esfuerzo, porque irse nunca es simple y llegar nunca es fácil.
¿Qué es lo que más se transforma en una persona cuando migra?